Eramos hermanos, amante,
en la complicidad ciega de la noche;
aquella donde para encontrar a Dios o algo que se le pareciera,
fumamos hasta iluminar,
hasta asfaltar una carretera directa a nuestra desquiciada mente
con el alquitrán de mil cajetillas de tabaco.
Hermanos y amantes
todos y cada uno de los hijos de puta de este planeta,
jodidos y vestidos por la misma madre,
jodidos y vestidos por el mismo trapo de carne.