Unos acordes de una guitarra desdentada
lloran en la noche en que la Luna se ahogó en la mar.
Fetos embrionarios juegan a los dados,
apostando tres décadas de su vida,
a cambio de un poco de futuro.
Dos maricas follan consigo mismo
y con su alma,
en un intento por lograr el entendimiento.
Las estrellas contemplan todo,
y guillan mil ojos a una masa de piernas
sin rumbo, que corren enloquecidas
en busca de la puerta de emergencia.
Alguien grita, alguien dispara,
alguien nace y alguien muere.
Siempre alguien como incógnita
a una pregunta sin una respuesta clara.
Las sábanas crujen ante el tacto del orgasmo.
Las jarras revientan en el hígado más cercano.
Televisiones que aullan,
gargantas que gritan desde el silencio.
La conciencia entera arde,
y de sus brasas renacen muertas,
cenizas,
directas hacia un mar de negro luto.