Hola. ¿Ves aquel hombre? Yo tampoco. Se está tocando la punta del rabo con esas manos mientras mira fijamente a los ojos de tristes cincuentonas nacidas bajo la sombra de la Cenicienta sin final. Tiene Parkinson antes de tener edad para poder disfrutarlo. ¿De verdad que no lo ves? Sí, ese pardo, el de las manos huesudas y desdentadas, tristote, pardo. Pasas por su lado y se te escapa una miradita de compasión, resbala hasta tu mejilla y te la secas con la mano. Decir "Señor" y saludar con el sombrero para dar dos pasos y pensar que eres afortunado.Seguramente das dos más y eres el hombre más rico del planeta. Dos más y alguien te endiña un navajazo entre las costillas y te quedas sin cartera. Mira cariño, que hoy no vamos a tener con que pagar el pan. Y todos se vuelve negro, turbio, y miras al cielo buscando a Dios o algún signo que diga que anda cerca, mientras éste le da a colgar llamada y le mete los dedos entre las piernas, como queriendo decir algo, a la primera prostituta que decidió redimirse. Aquel viejo pardo comienza a escupir sangre, nada grave, un par de esputos y unas niñas asustadas. Las palomas escapan de sus arboles perseguidas por los ladridos de unas capanas salidas de no se sabe donde. Todo se vuelve muy cristiano.Y de súbito, alguien dice "te quiero", hay un largo silencio, dos enamorados intercambiandose las bocas en un largo beso de champan. Cae el telón, y alguien grita que han matado al acomodador.
¿La única forma de acabar? Seguramente preguntar, el nombre de la película.
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