miércoles, 29 de agosto de 2012

BABIAB BEBIO ABBOBA

Pensaba que estaba loco.
En estos casos siempre se recomienda a uno dejarse un bigotillo
fino y elocuente,
salir a cazar un par de rayos de luna en el bosque
y un par de veces por semana,
suicidarse de forma elegante con las primeras luces del día.
Yo en cambio decidí matar las horas
 hasta que ellas me alcanzaran sentado en la taza del vater,
desgastando un viejo vinilo de D.J.
y perdiéndome en las profundidades del espejo,

obstinado, en mirarme fijamente
hasta que un día mi reflejo se cansó

una fuerte discusión

"Mandaré a alguien a coger todas mis cosas",
y quedé yo sentado, en la taza del vater, desgastando un viejo vinilo de D.J
perdido en las profundidades de mi mismo, frente a un espejo jubilado donde ya nadie vivía.

Y así, si nadie que pudiera desmentirlo
me fui convirtiendo en un bonsay,
y todos los otoños lloraba por no tener hojas que perder
y mi sombra poco a poco iba muriendo junto a la luz
de la última bombilla con vida
hasta que finalmente, se hizo la luz, y todo quedo en penumbra.

Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba tan solo;

oía susurrar palabras amables al grifo- seduciendo
como sólo un grifo sabe hacer-
al joven lavabo sobre el que se erguía imponente.
Fueron unos cuantos días -¡si es que aún existía tal cosa!-
filtreos, cartas y miradas encontradas
hasta que todo, finalmente, acabo en un erótico chorro de oxido y cal.

Y sinceramente, sentí envidia, y una extraña excitación.

Y fue entonces cuando me di cuenta que posiblemente,
de verdad estuviera loco, y no fueran simples impresiones mías.
Y sinceramente me asusté.
Intenté pensar rápidamente en ti,
pero pronto me di cuenta de que un bonsay no tiene cerebro,
si quiera
cabeza o corazón.
Y fue entonces que caí, en que no tenía por que sufrir,
no hacia falta.
Y entonces, fui feliz,
un bonsay feliz,
que ya no llora en otoño por que decidió
que era más romántico llorar sólo y si acaso alguna noche triste de primavera.

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